Fragmentos
«Cada
transformación de la materia, cada realización de una idea es, durante el
periodo mismo del cambio, rechazada por la inercia del medio, y el fenómeno
nuevo no puede culminarse si no es con un esfuerzo tanto más violento o por una
fuerza tanto más poderosa cuanto mayor es la resistencia. Ya lo dijo Herder, a
propósito de la Revolución Francesa: "La semilla cae en la tierra, durante
mucho tiempo parece muerta, después, de repente, empuja su brote, desplaza la
dura tierra que lo cubre, se abre paso entre la arcilla enemiga, y finalmente
se convierte en una planta que florece y madura su fruto". ¿Y el niño, cómo
nace? Tras haber pasado nueve meses entre las tinieblas del vientre de la
madre, se escapa rompiendo con violencia su envoltura, a veces incluso matando
a su madre. Así son las revoluciones, consecuencias necesarias de las
evoluciones que les precedieron».
«Se puede
decir que la evolución y la revolución son los dos actos sucesivos de un mismo
fenómeno, la evolución precede a la revolución, y esta precede a una nueva
evolución, madre de revoluciones futuras. ¿Puede hacerse un cambio sin provocar
repentinos cambios de equilibrio en la vida? ¿No debe la revolución suceder
necesariamente a la evolución, al igual que el acto sucede a la voluntad de
actuar? La una y la otra sólo difieren en la época de su aparición».
«El movimiento general de la vida en cada ser en particular y
en cada serie de seres no muestra por ninguna parte una continuidad directa,
sino más bien una sucesión indirecta, revolucionaria, por así decir. La rama no
se añade a lo largo a ninguna otra rama. La flor no es la prolongación de la
hoja, ni el pistilo lo es del estambre, y el ovario difiere de los órganos que
le dieron nacimiento. El hijo no es la continuación del padre o de la madre,
sino que es un ser nuevo. El progreso se hace merced a un cambio continuo de
los puntos de partida para cada individuo distinto. Ocurre lo mismo con las
especies. El árbol genealógico de los seres es, como el propio árbol, un
conjunto de ramas donde cada una encuentra su fuerza vital no en la rama
precedente sino en la savia originaria. En las grandes evoluciones históricas
no es diferente. Cuando los viejos cuadros de mando, las formas demasiado
limitadas del organismo, se vuelven insuficientes, la vida se mueve para
realizarse en una nueva formación. Una revolución tiene lugar».
«Las revoluciones no tienen por qué ser necesariamente un
progreso, igual que las evoluciones no están siempre orientadas hacia la
justicia. Todo cambia, todo se mueve en la naturaleza con un movimiento eterno,
pero aunque haya progreso, puede haber también retroceso, y si las evoluciones
tienden hacia un aumento de vida, hay otras que tienden hacia la muerte.
Imposible detenerse, hay que moverse en un sentido o en otro, y el reaccionario
endurecido y el templado liberal, que dan gritos de pavor al escuchar la
palabra «revolución», marchan a pesar de todo hacia una revolución, la última,
que es el gran reposo. La enfermedad, la senilidad y la gangrena son
evoluciones al igual que la pubertad. La aparición de los gusanos en el
cadáver, como el primer vagido del bebé, indica que se ha hecho una revolución.
La fisiología, la historia, nos muestran que hay evoluciones que se llaman
decadencia y revoluciones que son la muerte».
«La contemplación de la naturaleza y de las obras humanas, la práctica de la vida, son estas las escuelas donde se hace la verdadera educación de las sociedades contemporáneas. Aunque las escuelas propiamente dichas también hayan efectuado su evolución en el sentido de la enseñanza verdadera, tienen una importancia relativa muy inferior a la de la vida social que nos rodea. Huelga decir que el ideal de los anarquistas no es en absoluto suprimir la escuela, sino todo lo contrario, aumentarla, hacer de la misma sociedad un inmenso organismo de enseñanza mutua, donde todos serían a la vez alumnos y profesores, donde cada niño, después de haber recibido nociones generales de todo en los primeros estudios, aprendería a desarrollarse integralmente, en proporción a su fuerza intelectual, según el modo de vida libremente elegido por él».
NOTA: Además de Evolución, revolución y anarquía, la obra contiene otros textos de Elisée Reclus relacionados con el mismo tema: La anarquía, La anarquía y la Iglesia, ¿Por qué somos anarquistas? y Carta a Jean Grave.
«La contemplación de la naturaleza y de las obras humanas, la práctica de la vida, son estas las escuelas donde se hace la verdadera educación de las sociedades contemporáneas. Aunque las escuelas propiamente dichas también hayan efectuado su evolución en el sentido de la enseñanza verdadera, tienen una importancia relativa muy inferior a la de la vida social que nos rodea. Huelga decir que el ideal de los anarquistas no es en absoluto suprimir la escuela, sino todo lo contrario, aumentarla, hacer de la misma sociedad un inmenso organismo de enseñanza mutua, donde todos serían a la vez alumnos y profesores, donde cada niño, después de haber recibido nociones generales de todo en los primeros estudios, aprendería a desarrollarse integralmente, en proporción a su fuerza intelectual, según el modo de vida libremente elegido por él».
NOTA: Además de Evolución, revolución y anarquía, la obra contiene otros textos de Elisée Reclus relacionados con el mismo tema: La anarquía, La anarquía y la Iglesia, ¿Por qué somos anarquistas? y Carta a Jean Grave.